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La rueda de la fortuna

si eres como yo, un emprendedor terco, recuerda siempre abrocharte el cinturón y estar listo para el viaje. Porque, al final del día, lo que importa no es solo llegar a la cima, sino disfrutar y aprender de cada giro del camino.

Emprender siempre me ha parecido como subirse a una rueda de la fortuna en una feria. Al principio, todo se ve emocionante y lleno de posibilidades. Te subes con la expectativa de que vas a llegar a la cima, que vas a tener esa vista panorámica donde todo parece posible, y el mundo está a tus pies. Pero, al igual que en la rueda de la fortuna, hay momentos en que te encuentras en lo más alto, disfrutando del éxito, y otros en que te ves en la parte más baja, cuestionándote si tomaste la decisión correcta al subir.

He aprendido que emprender requiere estar preparado mentalmente para esos altibajos. No siempre es fácil, pero es crucial aceptar que habrá días en los que seremos ganadores, esos momentos en que todo parece encajar perfectamente y las recompensas de nuestro trabajo duro son evidentes. Sin embargo, también habrá momentos en que nos sentiremos como perdedores, cuando las cosas no salgan como planeamos, cuando los fracasos y los contratiempos se acumulen.

Lo importante es no dejarse vencer por esos momentos bajos. La clave está en mantener la resiliencia, en entender que cada vuelta de la rueda nos ofrece una nueva perspectiva y oportunidad para aprender y crecer. Es esencial recordar que cada fracaso es solo una lección disfrazada, una preparación para el próximo ascenso.

Así que, si eres como yo, un emprendedor terco, recuerda siempre abrocharte el cinturón y estar listo para el viaje. Porque, al final del día, lo que importa no es solo llegar a la cima, sino disfrutar y aprender de cada giro del camino.

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¿Y mi familia que culpa tiene?

Ser emprendedor es un camino lleno de desafíos, y reconocer el papel que juega la familia es crucial. Ellos no tienen la culpa, pero sí son soldados de primera línea en esta batalla por construir un futuro mejor. Por ello, es importante agradecerles, ser consciente de sus sacrificios y recordar que, al final, este es un viaje que hacemos juntos.

A menudo reflexiono sobre el impacto de ser emprendedor y cómo este camino no solo me afecta a mí, sino también a mi familia. El título "¿Y mi familia qué culpa tiene?" resuena profundamente, ya que encapsula la realidad de cómo nuestros sueños y ambiciones pueden repercutir en aquellos que amamos.

Cuando decidí emprender, lo hice con la pasión y la determinación que caracterizan a quienes siguen su propio camino. Sin embargo, pronto me di cuenta de que este viaje no lo hago solo. Mi familia, aunque no eligió este estilo de vida, se ha convertido en parte esencial del proceso. Ellos han tenido que adaptarse a mis horarios impredecibles, a las preocupaciones financieras y al estrés constante que a menudo acompaña a la vida emprendedora.

Mis hijos, por ejemplo, han aprendido a ser pacientes cuando las llamadas de trabajo interrumpen nuestros momentos de juego. Mi pareja ha asumido responsabilidades adicionales en el hogar, entendiendo que mis días no siempre terminan a las cinco de la tarde. Y mi madre, aunque a veces preocupada, siempre han mostrado un apoyo incondicional, incluso cuando no entienden del todo por qué elijo un camino tan incierto.

Este viaje no ha sido fácil para ellos, y a menudo me pregunto sobre el peso que tienen que cargar por mis decisiones. Sin embargo, también veo cómo esta experiencia les ha enseñado a ser resilientes, a valorar el esfuerzo y a entender que los sueños requieren sacrificio. Mi familia es mi ancla y mi impulso, y por eso, aunque a veces me pregunte "¿qué culpa tienen?", sé que su apoyo es fundamental para mi éxito.

Ser emprendedor es un camino lleno de desafíos, y reconocer el papel que juega la familia es crucial. Ellos no tienen la culpa, pero sí son soldados de primera línea en esta batalla por construir un futuro mejor. Por ello, es importante agradecerles, ser consciente de sus sacrificios y recordar que, al final, este es un viaje que hacemos juntos.

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